Adelaide Pollard estaba planificando ir al África como misionera, pero a último momento no pudo porque no tenía suficiente apoyo económico. Durante una reunión de oración la envolvió un estado de ánimo sombrío. Entonces, la oración de una anciana penetró su oscuridad: "¡Está bien, Señor! No importa lo que traigas a nuestras vidas. Haz lo que quieras con nosotros". en ese momento, Adelaide Pollard se rindió a la voluntad de Dios y halló paz.
Posteriormente, esa misma noche, estudió la historia del alfarero que aparece en Jeremías 18:4. Pensó en la vasija que se echó a perder en mano del alfarero, y notó que él la hizo de nuevo, distinta, como bien le pareció. Reconoció su necesidad de someterse a la voluntad de Dios y dejarle moldear su vida conforme a Su propio diseño.
'Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla". Jeremías 18:4
En su mente rendida empezó a formarse este poema: "Tú eres el Alfarero, yo el barro. Moldéame conforme a tu voluntad mientras espero, rendida y tranquila". A la larga en el tiempo de Dios, Él permitió que Pollard ministrara en África, Inglaterra y por todo Estados Unidos.
Dios usa a la persona que sinceramente ora: "Haz lo que quieras, Señor". Hazte esta pregunta: "Estoy dejando que el gran Alfarero haga conmigo lo que quiera".
En la rendición hay paz.
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