Hoy en día se está poniendo mucho énfasis en vivir más tiempo y mejor. Los avances en la ciencia médica lo están haciendo posible para más y más personas. Y a pesar de esto, ninguno de nosotros puede evitar envejecer. Un día, la vejez nos alcanzará a todos y nuestros cuerpos se apagarán.
Sin embargo, lo que sí se puede prevenir es una actitud de amargura y pesar a medida que envejecemos. Vemos la vida de Moisés. Cuando tenía 120 años de edad estaba con los israelitas antes de que ellos cruzaran el río Jordán y entraran a la Tierra Prometida. No pudo ir con ellos porque había desobedecido al señor cuando airado golpeó la roca en el desierto (Números 20:12,24).
No podemos evitar envejecer, pero sí podemos evitar enfriarnos.
¡Qué fácil pudo haber caído Moisés en una actitud mental de autocompasión y resentimiento! ¿No había llevado la carga de un pueblo obstinado y duro de cerviz durante 40 años? ¿No había intercedido por ellos una y otra vez? No obstante, al final de su vida, alabó a Dios y apremió a una nueva generación de israelitas a obedecerlo (Deuteronomio 32:1-4,45-47).
A medida que envejecemos podemos obsesionarnos con los fracasos y dificultades de nuestro pasado, o podemos recordar la fidelidad de Dios, aceptar su disciplina, y seguir mirando el futuro con fe. Es la única forma de evitar la amargura.
'y les dijo: Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. Porque no os es cosa vana; es vuestra vida, y por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella. Deuteronomio 32:46-47
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